miércoles, 24 de febrero de 2016

Soñar no es un pecado; vivir es un derecho

Era bonita, aunque incomprendida. Joven, pero con las alas cortadas. Cerraba sus dedos en torno a un lápiz para describir su universo, pero se lo arrebataban para que siguiese trabajando. Leer y soñar eran distracciones que no podía permitirse alguien de su humilde naturaleza. Contemplar las estrellas constituía un lujo reservado para quienes podían alzar la mirada hacia el cielo: ella debía mirar al suelo para seguir arando la tierra.

Pero el nuevo profesor cambió su rumbo. Advirtió su potencial y la incentivó para que lo expresase artísticamente. Ella rellenó lienzos con los más vivos colores, no porque en su vida existiese la policromía, sino porque la anhelaba con todas sus fuerzas. Poco después recogió el lápiz y retomó las riendas de su destino. Se atrevió a soñar a través de las palabras, y a volar aun con las alas partidas. Desde entonces, exhibe en su rostro una sonrisa sincera.
Belén Conde Durán, Torremolinos (Málaga)

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