Una
simple amiga
Un cruce de miradas. El hacinamiento en
el micro no permitía otra cosa. Duró un breve instante, pero algo se
sensibilizó en mí. Una especie de calor interno me invadió y recordé que
estábamos en pleno invierno, uno de esos inviernos húmedos y destemplados de la
Ciudad de Buenos Aires. Después, un intento continuo de reubicar tu rostro y,
muy especialmente, esos ojos claros que habían desestabilizado mis emociones.
Luego, una frenada y varios pasajeros que descendieron del rodado; entre ellos,
vos. Como un desaforado, gané posición junto al chofer y solicitándole
complicidad, logré apearme y quedé a pasos tuyo. Una sonrisa se dibujó de
inmediato en tu boca, yo respondí poniéndome colorado de la emoción. En ese momento comenzó nuestra historia.
La vida nos fue llevando por distintos caminos, vos siempre a mi lado: apuntalándome,
cuidándome, complementándome. Yo, simplemente, amándote con locura. El destino hoy te llevó. También morí.
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